Nunca podremos asistir con indiferencia al milagro de la vida.
Por más que hayamos estudiado o leído, por más documentales que nos hayamos empeñado en ver para comprender y aprender, lo cierto es que cuando asistimos a un nacimiento una inexplicable sensación de de sorpresa e incredulidad se apodera de nosotros. Se trata casi de una experiencia mística. Y digo casi para no ser tachada de exagerada o excesivamente sentimental.
Tras un parto de más de 10 horas, mi amiga SODA (decir sólo perrita me parece muy poco) logró darle la vida a dos preciosos cachorritos: Ginger y Ron…Y le dolió y sufrió, y nos buscaba con su mirada para sentirse menos sola y asustada, para encontrar apoyo y ayuda y asegurarse de que sus bebés saldrían adelante. Y pese a la tristeza de haber perdido al segundo de ellos siguió adelante hasta que su agotado cuerpecillo logró parir al último…
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